{ UN BAILE CON UNA DAMA MISTERIOSA }

Bailaba sin prisas, disfrutando de cada paso, cada brisa, cada movimiento creado por si misma. Con pasos hábiles y seguros aunque poco a poco su ritmo se iba ralentizando hasta llegar al punto de quedarse quieta, sentarse y tumbarse en el suelo boca arriba.

No estaba contenta. Le faltaba algo.


Recordó el mundo de los humanos y, sin pensárselo dos veces, atravesó el umbral de la vida.


Vio a muchos humanos felices y otros no tanto. Muchos mayores, con un buen historial y otros dispuestos a todo, arriesgados, otros simplemente despistados y muchas características diferentes.

Siguió a los ancianos, caminaba junto a ellos, se quedaba a su lado día y noche para conocerlos pero llegó el día en el que estaba cansada de hacerlo y decidía tocarles el corazón.

Ella sabía que pasaría y estaba impaciente.

El anciano al que escogió de repente tuvo un dolor fuerte en el brazo izquierdo, lo sentía pesado y no le respondía, seguidamente el dolor se prolongó hasta el corazón, era como si se lo estrujaran con rabia y desprecio. Él sabía de qué se trataba pero ni en su último aliento pudo pedir ayuda.


El alma salió del cuerpo y veía a este inerte, con la cara desencajada. Pensaba que se había preparado para ese momento pero no era así. Giró la cabeza y se encontró a una dama sentada en un sillón, alegre, con una sonrisa de ensueño.

-¿Quién eres? -preguntó dulcemente, embelesado por su maravillosa sonrisa

-¡No importa! ¡Hemos de irnos, corre, corre! -Se levantó y tras pronunciar estas palabras alargó el brazo para coger el del anciano, cosa que él aceptó sin rechistar.

Una pequeña luz apareció en la puerta de la habitación y entraron en ella.

Ahora el anciano no sabía muy bien donde se encontraba. Un paisaje idílico se mostró ante sus ojos.

Por el contrario, a la misteriosa dama no le gustó nada aunque poco importaba.


-Déjate llevar, ¿de acuerdo? -dijo sonriente. El anciano hizo caso, dejó que la muchacha guiara su mano derecha a la cintura de ella mientras esta ponía la propia en su hombro y la otra como apoyo en el aire.

-¿Vamos a bailar? -preguntó él sin entender muy bien el porqué de esto.

-Veo que ya lo entiendes -volvió a contestar con una espléndida sonrisa.

Empezaron a bailar un tango precioso, cargado de sensualidad, vigorosidad...

Lo que no veía la desafortunada alma era que poco a poco iba desapareciendo y a la muchacha eso le empezaría a fastidiar. Cuando era ya prácticamente inexistente, ella pronunció estas palabras:

-Ha sido precioso pero... no eres el alma que estaba buscando. Ahora irás donde te corresponde. Disfrútalo.

Y sin esperar que él contestara, lo dejó marcharse mientras ella volvía al mundo de los humanos.


Quiso probar suerte con las personas arriesgadas. En un grupo de muchachos hubo uno que le llamó la atención. Creyó que a los más extremos les gustaría bailar con ella.

Traviesa, cuando aquel chico estaba a punto de lanzarse al vacío para hacer bungee jumping le soltó una de las correas más importante. Confiado, el chico se dejó caer del puente sin pensar en nada malo pero al ver que cada vez se acercaba a tierra el pánico lo invadió y gritó a viva voz hasta que solo quedó un eco de esta.

La misteriosa dama ya estaba esperándole junto al cuerpo.

-¡Dios mío, estoy muerto! ¡Mi cuerpo! -empezó a gritar nervioso y enfadado.

-Calma, calma. ¡Qué curiosa reacción! -Rió por lo bajo mientras se presentaba. -Soy la encargada de llevarte al lugar que te corresponde. Sígueme.

Con un poco de recelo, el joven caminó tras ella hasta atravesar una especie de portal.

El joven no se lo podía creer. Estaba en el teatro, el lugar que siempre le había hecho feliz y una melodía de piano sonaba de fondo.

Ella empezó a bailar sola, dejándose llevar por la melodía mientras que poco a poco se iba acercando pues sabía que él no se fiaba.

Cuando consiguió bailar con el joven ambos se encontraron sonriendo pero tiempo después pasó lo mismo que con la otra alma: desapareció.

Todavía frustrada regresó al mundo con los vivos y esta vez observó un accidente. Aquella alma estaba triste y ella deseó transmitirle paz. Así pues, se acercó y le ofreció probar ese éxtasis de calma pero esta alma no quería irse, se aferraba a la tierra y deseó quedarse, ella le concedió ese permiso aunque sabía que en algún momento debería volver para recogerla.


***


De esta manera pasaban las horas, los días, los meses y los años. Con almas que la acompañaban temporalmente y otras a las que le daba ese permiso especial.

No estaba satisfecha con tantos bailes y es que la muerte no se conforma con una pareja la cual se desvanezca ante sus ojos. Ella volvería a aquel mundo donde las almas eran billones así que ¿quién se daría cuenta?


Desde entonces, la muerte ha ido buscando a su pareja ideal, esa alma con la que bailar eternamente pero hasta ahora no ha podido encontrarla. ¿Serás tú el siguiente en acompañar a esta hermosa dama en una pieza de baile?

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